Hans Wuerich: "El que se humilla será enaltecido, y el que se enaltece será humillado"
“Lo que sentí fue el dolor por la represión, pero miedo, nunca”, dice joven que protestó desnudo en Venezuela
Hans Gerhard Wuerich Larios el joven venezolano que se desnudó sobre una tanqueta rodeada de antimotines, con una Biblia en la mano y un bolso en el hombro, se inspira y cree que en Venezuela se cumplirá el pasaje del Evangelio que advierte que “el que se humilla será enaltecido, y el que se enaltece será humillado (Mateo 23:12)".
Tras casi dos semanas de haberse plantado desnudo el venezolano relata a El Diario de Hoy cómo la indignación por la injusticia lo empujó a la acción que dio la vuelta al mundo y que recordó la ya emblemática protesta en solitario de un hombre frente a una fila de tanques en la plaza de Tiananmén, China, en 1989.
En esa época nadie pensó que estaba viniendo al mundo otro héroe solitario que se enfrentaría a los tanques 27 años después.
Aunque no practica ninguna religión, pero sí es un estudioso de la Biblia, este joven se declara admirador de Jesucristo, de la Madre Teresa, de Gandhi y del mismo Hugo Chávez. Wuerich dice haber planeado su protesta pacífica y se informó sobre las que se habían producido en otros países.
“Una vez había planeado toda esa acción, me levanté ese día. La noche anterior no pude ni siquiera cenar, dormí una hora. Tampoco pude desayunar, tomé dos tres (vasos) mucha agua y me fui a la calle”. Así comienza su relato Hans cuando se le pregunta qué pasó por su cabeza cuando protagonizó su peculiar manifestación la mañana del 20 de abril en la calle Francisco Fajardo de Caracas.
Detalla que para llegar hasta el lugar atravesó zonas como Chacarito, El Rosal, Chacao, hasta que llegó a la Francisco Fajardo. Después de tomar una distancia que le permitiera ingresar sin ningún problema hasta la zona de las tanquetas y cuidarse de que no le cayera ninguna piedra o alguna bomba, empezó a desnudarse.
“Se abrió un espacio de 20 a 40 metros, y dije: ‘Señores, aquí fue. Me quité la camisa, me quité el short, y pasé adelante”, rememora el joven, comunicador social de profesión.
Hans se enfiló hacia los tanques, se subió en uno de ellos y con la Biblia en la mano les gritaba a los policías: “¡No disparen más bombas por favor!”. En respuesta, los policías le ordenaban que bajara mientras le disparaban perdigones que le dejaron numerosas lesiones en el cuerpo, especialmente en la espalda, mismas que dice ya han cicatrizado.
El joven revela que cuando se enfrentó a los escuadrones chavistas, sintió miedo, pero lo invadió una fuerza sobrenatural, divina quizá.
“Antes de quitarme la ropa tenía mucho miedo pero una vez que me quité la ropa, el miedo se fue con la ropa. La verdad que estando desnudo allí empezó un momento, no sabría cómo decirlo, pero lo único que sentí fue dolor por la represión, pero miedo nunca”, dice Wuerich.
Hans está convencido de que la violencia y la represión en su país, al igual que la crisis social, política, económica, pero sobre todo humanitaria, deben acabar. Aunque dice que él no está con nadie en este conflicto, pues no es opositor, ni oficialista, cree que en Venezuela gobierna “el mal”, y de que hay que luchar contra el hambre, contra la injusticia.
El detonante de su acción fue de hecho la indignación frente a la violencia gubernamental, el hambre y la carencia de medicinas en su país, que, según describió, “no se compara a nada” y que el deterioro de la situación venezolana se ha vivido en los últimos cuatro años, los cuales coinciden con la llegada de Maduro al poder luego de la muerte de Hugo Chávez.
El hambre que atraviesa la gente pobre es un tema que atormenta a Wuerich. Si bien dice que se ha sobredimensionado el hecho de que haya gente comiendo de la basura, dice que sí la hay, y se atreve a asegurar que es el 85 a 90 por ciento de las personas pobres, desde “urbes hasta barriadas que están pasando hambre”.
Pero también le atormenta el hecho de que este segmento de la población no pueda acceder a medicamentos que requieren para tratar enfermedades graves como el cáncer, pues en ocasiones no se consiguen en el mercado venezolano, y si lo consiguen es a un alto costo.
Contra eso hay que luchar y contra la violencia, dice Wuerich, la que sufren en carne propia los que van a las marchas.
“Eso molesta mucho, eso causa mucha frustración, indignación. Es muy injusto ver cómo a la gente reprimen, pues”, dice el joven, quien todavía resiente en su cuerpo los disparos de balines que le asestaron, pero dice que perdona a sus atacantes y al mismo Nicolás Maduro, quien se burló de él.
La semana pasada, el mandatario dijo que era una “cosa horrible” la acción del muchacho y que solo quedaba reírse de él. Pero él responde así: “Yo no tengo ningún odio hacia esa gente, ningún rencor, para mí que se sigan burlando, ya lo he dicho en muchas ocasiones en otras entrevistas. Al contrario hoy quisiera que todo esto acabara”, afirma. Incluso, no dudaría en estrechar la mano y abrazar Maduro y del general Vladimir Padrino, jefe de las fuerzas armadas, si hubiera una auténtica reconciliación nacional.
Paz y diálogo
Para Hans, la paz debe regresar “de forma absoluta” en Venezuela. “Nos debe arropar un manto de paz, aquí ya no tiene que haber ni habrá ningún muerto más por protestas”, afirma.
Cree en que las protestas y las acciones de paz son las soluciones y que sobre todo las acciones de paz van a “enmendar y reparar todos estos daños” que sufre Venezuela, y que en cambio la violencia no arregla nada.
Está convencido de que la crisis en Venezuela no será resuelta ni por la Organización de Estados Americanos (OEA) ni por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), sino por los mismos venezolanos. “Pero esto debe venir de Venezuela, no tiene que ser alguien de afuera a arreglar nuestros problemas, ningún político o religioso, ningún papa. Esto se arregla aquí en Venezuela”, enfatiza.