Opinión: Venciendo paradigmas
Desde hace muchos años emprendimos una lucha a muerte en contra de las ideas inequívocas, de los pensamientos añejos y de la erradicación de las mentiras que se han hecho verdades históricas.
Mitos, leyendas, paradigmas y mentiras han logrado prevalecer sobre la verdad y se han convertido en nuestra manera de vivir y a veces resulta imposible cambiar, y comenzar una nueva vida y una nueva manera de pensar.
Venimos una generación que ha luchado por salir adelante, esa lucha no siempre ha estado en un marco de verdad y respeto, algunos han mentido para triunfar y esas mentiras hoy aparecen y parece que sean verdades absolutas, padres que robaron para progresar y hoy en día dicen “el fin justifica los medios”, no importa cómo lo hagas, lo importante es el fin del triunfo.
Con una mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver.
Muchos piensan que podrán retornar del camino de la mentira pero no es así, tu vida, familia y futuro te seguirán hasta el final y caerán contigo en el mismo hoyo que caíste desde el momento en que mentiste.
El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera.
Hemos escuchado miles de mentiras, mitos y leyendas sobre el éxito, algunos afirman que sólo tienen éxito las personas que tienen dinero. Aunque las personas con dinero tienen más posibilidades de acceso al éxito, lo cierto es que para obtener esto último es necesario mucho más, en ocasiones un gran talento o una buena idea.
Algunos piensan que por tener cualidades, nunca progresarás, pero no es así las personas no nacen con la cualidad éxito en la frente. Es cierto que hay personas con mucho talento, con carisma, con capacidad de liderazgo o con alguna habilidad especial, pero se puede alcanzar éxito sin necesidad de ninguna de estas cosas. Porque va más allá de todo eso. Si no tienes cualidades, sigue caminando, tus piernas se fortalecerán y esa será tu gran cualidad.
Otros me han preguntado que como pueden triunfar si no tienen estudios, tal vez por esta razón algunos falsifican títulos creyendo que eso los hará aptos y más exitosos. ¿Quién ha dicho que hacen falta para eso? Es cierto que los estudios son buenos y ayudan a crecer, que en la medida de lo posible hay que estudiar e intentar mejorar continuamente, pero hay muchas personas exitosas que no han estudiado, e incluso algunas han sido un desastre en el colegio. A mi oficina llegó en un momento un gran hombre exitoso, con lágrimas en los ojos me confeso que no había estudiado, le ayudamos a prepararse académicamente y hoy en día es libre y sigue siendo exitoso.
Otra mentira común es que para ir a otro nivel mayor en la vida debes ser joven. Muchos piensan que tener años acumulados es sinónimo de sabiduría y no siempre es así, piensan que para destacar en algo hay que ser joven, porque sólo empezando algo desde temprana edad se puede destacar en ello. En ocasiones es la constancia la que determina el éxito, en otras trabajo, en muchas una combinación de ambas o de ninguna, pero no es un terreno restringido a los más jóvenes.
En muchos casos pensamos que si tú ganas, habrá otro que pierda. Si se hacen las cosas mal o con muy poca ética es posible, pero no es necesario que otras personas pierdan para ganar. Supondrá tener que trabajar mucho para mantener aquello que se ha logrado, tener que dedicar mucho más tiempo y no tenerlo para la familia. Quizá en unos primeros momentos haya que trabajar más, adaptándose al nuevo estilo de vida, pero con un poco de organización y otro tanto de delegación no es necesario renunciar a tiempo libre, a familia ni a amigos.
Otro gran mito es que al lograrlo ya podrás descansar y no hacer nada, como otros. Pensamos que las personas que han llegado arriba no hacen nada, y nada más lejos de la realidad, la mayoría tienen que trabajar mucho, tanto o más que los demás, y tienen muchas preocupaciones tras de sí.
Estamos en el mejor momento para dejar de lado mentiras, mitos y leyendas en nuestra vida que de alguna manera nos alejan del triunfo y de poder tener éxito en nuestra vida, a veces las oportunidades no pasan dos veces, sino solo una vez, que decidirás?.
Hay una fábula llamada Aquel viejo, viejo vino, es una adaptación del cuento de Jalil Gibrán, y nos anima a trabajar con pasión al momento de una gran oportunidad y no dejar que esta pasé por nuestras creencias, mitos, leyendas e inclusive mentiras en nuestra mente. Nunca dejes que una oportunidad pase en tu vida, tienes que estar preparado para cuando esa oportunidad llegue, talvez sea tu única oportunidad de Triunfar y renunciar a los paradigmas de la vida.
Cuenta una historia muy antigua que hace muchos años vivía un hombre muy rico y poderoso que tenía una vida llena de privilegios; residía en una casa enorme rodeada de hermosos jardines, vestía las más elegantes ropas y degustaba manjares que no estaban al alcance de casi nadie.
Cuando se paraba a pensar en todo lo que poseía, se sentía pletórico de felicidad.
“¡No puedo ser más afortunado! Tengo todo lo que un hombre de cincuenta años puede desear: una hogar lujoso, criados que me sirven y oro a raudales para permitirme el capricho que me dé la gana ¡La verdad es que soy un tipo con suerte!”.
Sí, lo tenía absolutamente todo, pero de lo que más orgulloso se sentía era de la vieja bodega que había construido en el sótano de su mansión. Allí, rodeadas de oscuridad, reposaban decenas de botellas de vino que para él eran un auténtico tesoro.
Entre todas había una muy especial, la que consideraba la joya de la corona por ser la más antigua y valiosa. No permitía que nadie se acercara a ella y de vez en cuando bajaba a comprobar que seguía en su sitio.
Se la quedaba mirando, la acariciaba con suavidad y siempre pensaba lo mismo:
“Esta botella contiene el mejor vino del planeta y sólo la descorcharé cuando venga a visitarme alguien realmente importante ¡Me niego a desperdiciar este exquisito caldo con gente que no lo merece y mucho menos con personas incapaces apreciarlo!”.
Resultó que un día pasó por su casa un hombre de negocios que gozaba de muy buena reputación en la ciudad. Mientras charlaba con él en el salón, pensó en bajar a la bodega y compartir con él su más preciada botella.
La idea revoloteó por su cabeza unos segundos, pero rápidamente cambió de opinión y se dijo a sí mismo:
“¡No, no, será mejor que no! Este caballero no es lo suficientemente importante como para invitarle a beber mi fabuloso vino de reserva… ¡Le daré agua fresca y santas pascuas!”.
Un par de meses después recibió por sorpresa la visita del presidente del gobierno de su país, y por supuesto, le invitó a comer.
Cuando los criados sirvieron el suculento asado, al hombre le asaltó el mismo pensamiento que tiempo atrás.
“¡Qué honor tener al presidente en mi casa! Tal vez debería abrir mi maravillosa botella de vino para acompañar la carne… ¡Bueno, no, la dejaré para otra ocasión! Su ropa es bastante fea y anticuada, así que me temo que un hombre con tan poco gusto no va a disfrutar de un vino sólo apto para paladares refinados”.
Y así fue cómo, una vez más, dejó pasar la oportunidad de degustar su excelente vino en buena compañía.
Llegó el otoño y una tarde ventosa recibió una carta de palacio que anunciaba que, en unas horas, recibiría la visita del príncipe del reino. Como es lógico la idea le entusiasmó y se puso bastante nervioso. Todo tenía que estar perfecto cuando llegara el hombre más ilustre que podía pisar su hogar ¡Nada más y nada menos que el príncipe!
Llamó a los criados a golpe de campana y cuando los tuvo frente a él, les indicó:
El príncipe almorzará aquí mañana ¡Se presentará a las doce, y tanto la casa como los jardines tienen que estar limpios y esplendorosos! Por descontado, no quiero que falte ningún detalle en la mesa ¡Pongan el mantel de encaje, los platos de porcelana y las copas de cristal reservadas para los banquetes!
El hombre sentía que el corazón le latía a mil por hora.
¡Y por favor, esmérense con la comida! Tenemos que ofrecerle el mejor pescado fresco que encuentren y los postres más deliciosos que sean capaces de preparar ¿Queda claro?
Los sirvientes asintieron con la cabeza y se fueron a toda prisa a organizarlo todo pues no había tiempo que perder. Él, mientras tanto, se quedó mordisqueándose las uñas y reflexionando sobre su cotizada botella.
“¿Será mañana el día más apropiado para servir ese vino?… ¡Se trata del príncipe!… ¿Qué hago, le invito o no le invito?”.
La duda que le corroía se esfumó rápidamente:
“¡Bah, no, me niego! Al fin y al cabo no es un rey ni un emperador, sino un joven príncipe que se lo va a beber a grandes tragos como si fuera un vino barato”.
Y así fue que los años fueron pasando y pasando hasta que el hombre se convirtió en un anciano que de viejo se murió. Tanto había esperado la ocasión perfecta para abrir su queridísima botella, que abandonó este mundo sin probarla.
La noticia de su fallecimiento corrió como la pólvora. Como había sido un hombre rico e influyente en vida, todos sus vecinos y empleados acudieron a su casa para darle el último adiós.
¡En el comedor no cabía un alma! Se reunieron decenas de personas y los criados se vieron obligados a bajar a la bodega a por botellas de vino para servir unas copas. Se las llevaron todas, incluida la botella de vino añejo que tan celosamente había guardado su señor durante más de cuarenta años.
¡Una verdadera lástima!… Quienes lo bebieron no se dieron ni cuenta de que estaban tomando un carísimo vino único en el mundo; para ellos, el vino era simplemente, vino.
Hoy es un buen día para aprovechar las oportunidades y triunfar.
Vence los paradigmas que te impiden volar alto, el cielo es límite.
Tu amigo,
Dr. Norbey Rodríguez
www.doctorfamilia.com.ve
Mitos, leyendas, paradigmas y mentiras han logrado prevalecer sobre la verdad y se han convertido en nuestra manera de vivir y a veces resulta imposible cambiar, y comenzar una nueva vida y una nueva manera de pensar.
Venimos una generación que ha luchado por salir adelante, esa lucha no siempre ha estado en un marco de verdad y respeto, algunos han mentido para triunfar y esas mentiras hoy aparecen y parece que sean verdades absolutas, padres que robaron para progresar y hoy en día dicen “el fin justifica los medios”, no importa cómo lo hagas, lo importante es el fin del triunfo.
Con una mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver.
Muchos piensan que podrán retornar del camino de la mentira pero no es así, tu vida, familia y futuro te seguirán hasta el final y caerán contigo en el mismo hoyo que caíste desde el momento en que mentiste.
El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera.
Hemos escuchado miles de mentiras, mitos y leyendas sobre el éxito, algunos afirman que sólo tienen éxito las personas que tienen dinero. Aunque las personas con dinero tienen más posibilidades de acceso al éxito, lo cierto es que para obtener esto último es necesario mucho más, en ocasiones un gran talento o una buena idea.
Algunos piensan que por tener cualidades, nunca progresarás, pero no es así las personas no nacen con la cualidad éxito en la frente. Es cierto que hay personas con mucho talento, con carisma, con capacidad de liderazgo o con alguna habilidad especial, pero se puede alcanzar éxito sin necesidad de ninguna de estas cosas. Porque va más allá de todo eso. Si no tienes cualidades, sigue caminando, tus piernas se fortalecerán y esa será tu gran cualidad.
Otros me han preguntado que como pueden triunfar si no tienen estudios, tal vez por esta razón algunos falsifican títulos creyendo que eso los hará aptos y más exitosos. ¿Quién ha dicho que hacen falta para eso? Es cierto que los estudios son buenos y ayudan a crecer, que en la medida de lo posible hay que estudiar e intentar mejorar continuamente, pero hay muchas personas exitosas que no han estudiado, e incluso algunas han sido un desastre en el colegio. A mi oficina llegó en un momento un gran hombre exitoso, con lágrimas en los ojos me confeso que no había estudiado, le ayudamos a prepararse académicamente y hoy en día es libre y sigue siendo exitoso.
Otra mentira común es que para ir a otro nivel mayor en la vida debes ser joven. Muchos piensan que tener años acumulados es sinónimo de sabiduría y no siempre es así, piensan que para destacar en algo hay que ser joven, porque sólo empezando algo desde temprana edad se puede destacar en ello. En ocasiones es la constancia la que determina el éxito, en otras trabajo, en muchas una combinación de ambas o de ninguna, pero no es un terreno restringido a los más jóvenes.
En muchos casos pensamos que si tú ganas, habrá otro que pierda. Si se hacen las cosas mal o con muy poca ética es posible, pero no es necesario que otras personas pierdan para ganar. Supondrá tener que trabajar mucho para mantener aquello que se ha logrado, tener que dedicar mucho más tiempo y no tenerlo para la familia. Quizá en unos primeros momentos haya que trabajar más, adaptándose al nuevo estilo de vida, pero con un poco de organización y otro tanto de delegación no es necesario renunciar a tiempo libre, a familia ni a amigos.
Otro gran mito es que al lograrlo ya podrás descansar y no hacer nada, como otros. Pensamos que las personas que han llegado arriba no hacen nada, y nada más lejos de la realidad, la mayoría tienen que trabajar mucho, tanto o más que los demás, y tienen muchas preocupaciones tras de sí.
Estamos en el mejor momento para dejar de lado mentiras, mitos y leyendas en nuestra vida que de alguna manera nos alejan del triunfo y de poder tener éxito en nuestra vida, a veces las oportunidades no pasan dos veces, sino solo una vez, que decidirás?.
Hay una fábula llamada Aquel viejo, viejo vino, es una adaptación del cuento de Jalil Gibrán, y nos anima a trabajar con pasión al momento de una gran oportunidad y no dejar que esta pasé por nuestras creencias, mitos, leyendas e inclusive mentiras en nuestra mente. Nunca dejes que una oportunidad pase en tu vida, tienes que estar preparado para cuando esa oportunidad llegue, talvez sea tu única oportunidad de Triunfar y renunciar a los paradigmas de la vida.
Cuenta una historia muy antigua que hace muchos años vivía un hombre muy rico y poderoso que tenía una vida llena de privilegios; residía en una casa enorme rodeada de hermosos jardines, vestía las más elegantes ropas y degustaba manjares que no estaban al alcance de casi nadie.
Cuando se paraba a pensar en todo lo que poseía, se sentía pletórico de felicidad.
“¡No puedo ser más afortunado! Tengo todo lo que un hombre de cincuenta años puede desear: una hogar lujoso, criados que me sirven y oro a raudales para permitirme el capricho que me dé la gana ¡La verdad es que soy un tipo con suerte!”.
Sí, lo tenía absolutamente todo, pero de lo que más orgulloso se sentía era de la vieja bodega que había construido en el sótano de su mansión. Allí, rodeadas de oscuridad, reposaban decenas de botellas de vino que para él eran un auténtico tesoro.
Entre todas había una muy especial, la que consideraba la joya de la corona por ser la más antigua y valiosa. No permitía que nadie se acercara a ella y de vez en cuando bajaba a comprobar que seguía en su sitio.
Se la quedaba mirando, la acariciaba con suavidad y siempre pensaba lo mismo:
“Esta botella contiene el mejor vino del planeta y sólo la descorcharé cuando venga a visitarme alguien realmente importante ¡Me niego a desperdiciar este exquisito caldo con gente que no lo merece y mucho menos con personas incapaces apreciarlo!”.
Resultó que un día pasó por su casa un hombre de negocios que gozaba de muy buena reputación en la ciudad. Mientras charlaba con él en el salón, pensó en bajar a la bodega y compartir con él su más preciada botella.
La idea revoloteó por su cabeza unos segundos, pero rápidamente cambió de opinión y se dijo a sí mismo:
“¡No, no, será mejor que no! Este caballero no es lo suficientemente importante como para invitarle a beber mi fabuloso vino de reserva… ¡Le daré agua fresca y santas pascuas!”.
Un par de meses después recibió por sorpresa la visita del presidente del gobierno de su país, y por supuesto, le invitó a comer.
Cuando los criados sirvieron el suculento asado, al hombre le asaltó el mismo pensamiento que tiempo atrás.
“¡Qué honor tener al presidente en mi casa! Tal vez debería abrir mi maravillosa botella de vino para acompañar la carne… ¡Bueno, no, la dejaré para otra ocasión! Su ropa es bastante fea y anticuada, así que me temo que un hombre con tan poco gusto no va a disfrutar de un vino sólo apto para paladares refinados”.
Y así fue cómo, una vez más, dejó pasar la oportunidad de degustar su excelente vino en buena compañía.
Llegó el otoño y una tarde ventosa recibió una carta de palacio que anunciaba que, en unas horas, recibiría la visita del príncipe del reino. Como es lógico la idea le entusiasmó y se puso bastante nervioso. Todo tenía que estar perfecto cuando llegara el hombre más ilustre que podía pisar su hogar ¡Nada más y nada menos que el príncipe!
Llamó a los criados a golpe de campana y cuando los tuvo frente a él, les indicó:
El príncipe almorzará aquí mañana ¡Se presentará a las doce, y tanto la casa como los jardines tienen que estar limpios y esplendorosos! Por descontado, no quiero que falte ningún detalle en la mesa ¡Pongan el mantel de encaje, los platos de porcelana y las copas de cristal reservadas para los banquetes!
El hombre sentía que el corazón le latía a mil por hora.
¡Y por favor, esmérense con la comida! Tenemos que ofrecerle el mejor pescado fresco que encuentren y los postres más deliciosos que sean capaces de preparar ¿Queda claro?
Los sirvientes asintieron con la cabeza y se fueron a toda prisa a organizarlo todo pues no había tiempo que perder. Él, mientras tanto, se quedó mordisqueándose las uñas y reflexionando sobre su cotizada botella.
“¿Será mañana el día más apropiado para servir ese vino?… ¡Se trata del príncipe!… ¿Qué hago, le invito o no le invito?”.
La duda que le corroía se esfumó rápidamente:
“¡Bah, no, me niego! Al fin y al cabo no es un rey ni un emperador, sino un joven príncipe que se lo va a beber a grandes tragos como si fuera un vino barato”.
Y así fue que los años fueron pasando y pasando hasta que el hombre se convirtió en un anciano que de viejo se murió. Tanto había esperado la ocasión perfecta para abrir su queridísima botella, que abandonó este mundo sin probarla.
La noticia de su fallecimiento corrió como la pólvora. Como había sido un hombre rico e influyente en vida, todos sus vecinos y empleados acudieron a su casa para darle el último adiós.
¡En el comedor no cabía un alma! Se reunieron decenas de personas y los criados se vieron obligados a bajar a la bodega a por botellas de vino para servir unas copas. Se las llevaron todas, incluida la botella de vino añejo que tan celosamente había guardado su señor durante más de cuarenta años.
¡Una verdadera lástima!… Quienes lo bebieron no se dieron ni cuenta de que estaban tomando un carísimo vino único en el mundo; para ellos, el vino era simplemente, vino.
Hoy es un buen día para aprovechar las oportunidades y triunfar.
Vence los paradigmas que te impiden volar alto, el cielo es límite.
Tu amigo,
Dr. Norbey Rodríguez
www.doctorfamilia.com.ve